domingo, 24 de diciembre de 2017

They are billions (game)


   Tengo muy olvidada una sección en este blog. Me refiero a la de videojuegos. Normalmente ya están bien cubiertos de publicidad ciertos juegos, pero el que me ha absorbido estos días parece que todavía no ha tenido excesivo eco en los medios en los que suelen publicitarse las novedades. Con independencia de eso, le quiero dedicar unas líneas. La razón de ello es que me ha resultado un auténtico vicio lo que hoy os traigo: They are billions.

   El juego está desarrollado en suelo patrio (vamos, que es de un equipo español) por la compañía Numantian games. Hasta ahora me resultaba desconocida. Steam, la plataforma virtual en la que se pueden adquirir numerosos juegos, interrumpió un día mi jornada de vicio malsano con el anuncio de este juego. Vi el trailer y lo cierto es que que me pareció una idea interesante. Os dejo el vídeo.


   Como se aprecia es un juego de estrategia que se ambienta en el siglo XIX, pero a ese mismo mundo se transporta un escenario apocalíptico zombie. Normalmente esa catástrofe (la del apocalipsis zombie) siempre se sitúa en nuestra sociedad presente o un poco más avanzada, pero aquí han tenido la genialidad de insertar esto en un período del pasado. A parte de ser innovadores en su concepto también lo han sido con el juego de estrategia que nos brindan: no podemos decir que sea un juego de estrategia en tiempo real porque podemos pausarlo en cualquier momento. Tampoco es un juego en el que vallamos a manejar cientos de unidades al mismo tiempo. Un par de docenas todo lo más. Hay que hacer notar que entremezcla una estrategia que oscila entre lo habitual en Age of empires, Cossaks y un city builder. Es una mezcla explosiva. El nivel de dificultad es realmente cruel. Puedes subir su dificultad hasta un 320% (a mi costó cuatro partidas ganar por vez primera con un 10% de dificultad). 

   No voy a decir que todo sea perfecto. El juego está en pañales. Salió hace apenas alguna semana y el early access no tenía ni siquiera un sistema de guardado. Se autoguardaba en determinados puntos y, creedme, eso era un gran problema: tenías que pensar muy bien donde poner tus defensas. No podías cargar y anticiparte sabiendo qué iba a pasar. Es más realista tal y como lo dispusieron al principio, pero también terriblemente difícil, porque 3 horas de juego pueden desvanecerse en cualquier momento. Una pequeña falla es que actualmente no hay modo de campaña. Esperemos que lo incluyan y, por favor, sin DLCs, que algunos ya estamos cansados de que la industria robe por algo que ya debería estar incluido en el juego. De momento sólo cuenta con cuatro mapas, pero tranquilos, que desbloquear el segunda mapa os llevará tiempo. Yo todavía no lo he conseguido.


   En términos funcionales todo está correcto. No hay fallos ni bugs. Gráficamente hay que decir que se han portado y cumple. Estéticamente no me parece que ofrezca todo lo prometido. Se nos prometía una estética steampunk y aquí me parece que fallan un poco, sobre todo en las unidades. Los edificios en general sí que cumplen bastante bien (aunque podría mejorar). A poco que juguéis podréis decir si os parece así o no.


 

   Con la imágenes que he puesto se ve a simple vista que las unidades podrían formar parte de un sucedáneo de Warhammer 40000. Preferiría algo que, al verlo, a simple vista, pareciera del siglo XIX pero sin serlo, ya que ese es el juego del steampunk. En este punto creo que deberán mejorar. También creo que alguna unidad aérea se echa en falta y esto se podría hacer sin romper con la estética. Un zeppelin, una de las últimas conquistas del siglo victoriano, quedaría muy bien si se alterara un poco. O, si no, siempre se podría echar mano de algún ingenio del s. XVI o XVII que también quedaría genial, como la máquina voladora de Leonardo. 

    Por todo lo demás creo que el juego merece la pena. He tenido que desinstalarlo para poder centrarme en mis estudios estos días prenavideños. Eso, creo yo, habla suficientemente del nivel de adictividad que puede llegar a lograr. El juego puede conseguirse por 30 euros en steam. Hasta que no esté más desarrollado me parece caro. Felicito, sin embargo, a Numantian games por este juego. Espero sinceramente que les sirva para lanzarse al mercado internacional y consigan ganancias. Su propuesta es muy atractiva.



lunes, 11 de diciembre de 2017

Fragmento de "Vivo en lo invisible: nuevos poemas escogidos" escritos por Ray Bradbury

Toca las campanas al revés: abandona las armas de fuego

Recordando a los samuráis que en el siglo
XVI tiraron la pólvora y volvieron a la espada
¡Durante 300 años!

Adiós a las armas de fuego.
Adiós a los disparos al amanecer 
y al traqueteo de los mosquetes por la ciudad.
En este instante, todo se abandona y se tira 
a los ríos, donde esas máquinas de ensueño
se ahogan y desaparecen rápido.
Ceremoniosamente, desde los puentes 
y orillas de los arroyos
se arrojan cuernos de pólvora
que llegan hasta el mar, y con ellos, las fantasías
de los hombres cuyas manos transformarán otra vez
el acero en espadas
y esconderán las guerras por venir.
Que sean katanas, 
dicen los señores samuráis, y se cumple. 
De regreso a las llamas, el acero de ruidosas bocas
experimenta un cambio: renace el filo;
y todos los fantasmas de futuros combates descansan 
y se apartan a un lado durante 300 años o más.
¡Guerra, un paso atrás! Obediente, la guerra 
así la hace. Y la katana ocupa el puesto del arcabuz.
Alcanzaron este logro y no aprendimos su lección.
La escuela samurái responde a los temerarios.
Nosotros, anhelantes, lo vemos viajando en el tiempo,
y deseamos esa ausencia que era su ausencia.
Cogeríamos nuestro armamento y lo perderíamos en las profundidades,
donde duermen las armas de fuego de aquellos hombres
que ordenaron el sueño a las armas. 
¿Podemos hacer lo mismo con los reactores, las bombillas y el fuego?
No, y mil veces no;  imposible.
Sin embargo, nuestras almas agónicas, a media noche 
admiran
cómo los señores feudales en formación
abandonan las armas, el fuego del mosquete
retrocede diez pasos,
y empuñan sus katanas.


Con amor

Para Leonard Bradbury

Mi padre, que no yo, anuda mi corbata.
Una noche hace tiempo, en junio, 
realizaba un intento:
mi primera corbata revuelta sobre el chaleco,
 las manos torpes,
cuando de pronto, entró en escena lo inesperado:
Algo terrible está por suceder.
Mi padre se acercó en silencio
y me observó y se puso detrás de mí.
No mires -dijo-.
Mantente alejado de los espejos.
Que tus dedos aprendan 
cómo se hace.
Su enseñanza perdura. Lo que dijo era cierto.
Con los ojos cerrados,
gracias a su ayuda (arriba, vuelta y abajo)
no se cómo surgió un nudo milagroso.
- No tiene nada -dijo mi padre-.
Ahora tú, hijo. No, con los ojos cerrados.
Y con una última cariñosa y ciega observación
enseñó a mis dedos inútiles
el arte de tejer. Entonces, se marchó.
Bueno, hasta hoy, ¿cómo podría presumir de nudos?
Imposible. 
Invoco a ese fantasma de dulce aroma a tabaco, que se marchó hace tiempo,
para que me ayude.
Y es que lo hace:
en mi cuello su aliento, la fragancia de su último cigarrillo.
La muerte no existe, pues la tarde de ayer
sus dedos fantasmales vinieron y me ayudaron a anudar y enlazar.
Si esto es verdad (¡lo es!), no morirá jamás.
Mi padre, que no yo, anuda mi corbata.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

"La otra sombra de la tierra" Robert Silverberg


   Antologías las hay, y muchas, pero no todas tienen un verdadero aire compendioso. Por lo general son la suma de aportaciones distintas, unidas por el criterio de algún entendido (o de alguien que dice serlo). A veces ese criterio es bueno y otras no tanto. En España tuvimos la suerte de que Martínez Roca rescatara una que llegaba del otro lado del charco. Dicha antología recogía buenos relatos de Robert Silverberg. Principalmente los relatos eran de los años 60 y 70, que dicen algunos que era la época en que este señor mejor escribía. Los relatos en cuestión son: Algo salvaje anda suelto, Ver al hombre invisible, Ismael enamorado, El día en que desapareció el pasado, Hacia la estrella oscura, Los colmillos de los árboles, El poder oculto, La canción que cantó el zombie y Moscas.

   De todos estos relatos no todos tienen la misma calidad, ni la misma elegancia, ni las mismas buenas ideas, pero es que eso es lo normal en toda antología. Sin pretender hablar de todos los relatos, comentaré aquellos que más me han gustado, aunque he de decir que todos, sin excepción, despiden el tufillo propio de Robert Silververg.

   Empezaré con Moscas, el último relato. Aquí vemos a un pobre desgraciado de cuyo designio se han apoderados unos seres que no llegamos a conocer en ningún momento. A través del ser humano al que han enajenado, los seres inspeccionan las sensaciones de los hombres. Están especialmente interesados en el dolor y, atendiendo a este interés, obligan al protagonista a visitar personas importantes de su vida. Las visitas nunca acaban bien.

    Otros relatos adoptan temas más reconocibles para quien haya leído algo de Silverberg. Yo solamente he leído Regreso a Belzagor y Tiempo de cambios, pero con esas dos lecturas me ha bastado para "calar" la similaridad de ciertos relatos con problemas muy propios de sus inquietudes. En esta línea pondría encuadrar sobre todo tres relatos: Algo salvaje anda suelto, Ver al hombre invisible y El día en que desapareció el pasado.

    Algo salvaje anda suelto nos pone en el escenario de unos exploradores que, tras desembarcar en un planeta, transportan sin saberlo un ser inteligente microscópico en su viaje de vuelta. Dicho ser inteligente intenta comunicarse con ellos para decirles que en la Tierra no puede sobrevivir. Cada intento de comunicación se ve frustrado por el hecho de que su comunicación es esencialmente psíquica. El extraterrestre solo puede llevarla a cabo cuando los tripulantes sueñan, porque sólo en ese estado le resulta posible, pero siempre fracasa: los astronautas en vez de recibir sus mensajes razonables tienen terribles pesadillas de seres informes. Así es como Silverberg toca una de sus teclas (al parecer) habituales: la conciencia como un estado de cerrazón, el ego consciente como un estado reducido de todo lo que en realidad somos.

    En El día en que desapareció el pasado vemos rasgos de similitud en su objetivo. Cambia el foco pero con el mimo objetivo. Su dardo se dirige contra la memoria, la función constituyente de la conciencia. El relato recrea la situación hipotética en la que una droga tiene efectos contundentes contra nuestros recuerdos. Quien la toma olvida cosas de su vida presente y pasada. Un rufián se infiltra en el sistema de aguas de una gran ciudad y vierte la droga. Silverberg explora durante medio centenar de páginas las posibilidades de tal hecho y nos recuerda que, en ocasiones
Olvidar es una bendición. (...) Lo que ha sucedido en San Francisco esta semana no significa necesariamente un desastre. Para algunos de nosotros ha sido lo mejor del mundo. (La otra sombra de la Tierra, p. 105)
   Ver al hombre invisible juega con el lector al sumirle en la tristeza que provoca su personaje principal: un hombre que se concibe muy independiente, hasta el punto de creer aborrecer el contacto humano. Por su desprecio a la sociedad es condenado a ser ignorado por esa misma sociedad. El relato es cruelmente desolador. No puede uno no sentirse cercano a este hombre ignorado por todos, salvo por el que lo imagina al leer este magnífico relato.

    Haré una gran injusticia al no dedicar unas líneas a cada uno de los relatos, pero prefiero no ser exhaustivo. El lector de esta reseña puede agradecer llegar virgen, sin contacto previo, a algunos relatos contenidos en esta antología. Yo solo hablo de aquellos que más me han gustado. El último que mencionaré es El poder oculto, relato discreto que, como otros de este autor, destaca más por lo original de su idea que por alarde desarrollos tecnológicos. La historia es la siguiente: los humanos han conseguido por fin tener poderes mentales, al menos el suficiente para manipular objetos. Esta nueva capacidad conlleva más responsabilidades, más control de los propios sujetos sobre sí mismo. Cuando en esta sociedad de telepáticos intuyen que alguien no puede controlar debidamente sus poderes le someten a una prueba: lo envían a algún planeta donde haya sociedades humanas más primitivas, que no tengan dichos poderes. El personaje principal de El poder oculto es enviado nada menos que a un planeta en el que mover objetos con la mente es considerado brujería y quienes lo practican brujos a los que hay que quemar. So pena de muerte, nuestro preocupado protagonista tiene que cohibir sus hábitos telepáticos, incluso los más inofensivos. Este ha sido el relato que más tensión me supo provocar (que no digo que sea el mejor, ojo) con la evocación de un ambiente inquisitorial o quizá de uno de esos pueblos de la América profunda en los que aquel que es diferente se convierte en el centro atención... Y no para bien.

    De esta antología remarco sobre todo las cinco narraciones que he apuntado en las líneas precedentes. Los colmillos de los árboles e Ismael enamorado me dejaron buen sabor de boca. El resto me dejó algo indiferente, sea porque no estaba fino el día que los leí, sea porque no destacan por sí mismos. En una antología de nueve relatos me parecen buenos 7... No tengo que decir, por tanto, que el conjunto es más que satisfactorio, tanto para los que conocemos poco a Silverberg, como para aquellos que no lo conozcan tanto. Para los que han leído mucho a este autor nada tengo que decirles, porque ya saben que este es un buen libro.