domingo, 6 de septiembre de 2015

Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam


    "Al no ver manera de sacar utilidad de la filosofía, surgió la impresión general de que por lo menos se debía volver inofensiva. Ahora bien, el modo más fácil de evidenciar que la filosofía no podía demostrar nada contra la religión era poner de manifiesto que no podía en general probar nada" 

Gilson, E., La unidad de la experiencia filosófica


     En 1511 sale de la imprenta un escrito que conocerá muchas reimpresiones y estará llamado a crear discusión y gran descontento. El autor, un personaje reconocible entre el humanismo antes de esta publicación, lo escribió como un pasatiempo mientras yacía enfermo en la amigable compañía de Tomás Moro. Simplemente con la intención de entretenerse Erasmo comienza la escritura de un manuscrito que en principio no tenía la intención de publicar, pues era una broma de corte satírico inspirado en los escritos sarcásticos de Luciano de Samosata. La broma finalmente llega, ante la insistencia de amigos, a la imprenta y en menos de un año se han imprimido siete ediciones del manuscrito. Ante este éxito editorial del renacimiento las mejores mentes del momento dirigen su mirada al escrito y surge un gran rechazo ante él. La actitud corrosiva hacia numerosos estudios liberales, unidas a ácidas críticas a las órdenes clericales y toda la estructura de poder de la Iglesia causan conmoción. Lo que en un principio se publicaba como una broma acaba trascendiendo y el propio Erasmo tiene que defenderse de agudas críticas. ¿Qué era lo que provocó que El elogio de la locura causará tal impresión y se vendiera como hoy lo harían los best seller? La respuesta se haya en el contenido corrosivo de la obra que eclipsa claramente a las forma sarcástica en que se expresa. Lo cierto es que detrás del disfraz humorístico del libro hay un elemento destructivo que trastoca todo el edificio del conocimiento de la época. Esta pars destruens no es particular de El elogio de la locura, si bien parece ser que es el escrito en el que más hincapié se pone en ello. La desconfianza a todo el saber es una constante en el libro y solo se le pone un límite: las sagradas escrituras.

    Tal convicción no la inauguró el propio Erasmo, sino que antes ya la creía firmemente uno de los profesores que tuvo el mismo en la escuela de los "Hermanos de la vida común" en Deventer. Tal profesor era Gerardo Groot. Este estaba sorprendido ante la diversidad de opiniones de filósofos y teólogos. Si Duns Scoto, Buenaventura, Alberto Magno y Tomás de Aquino dicen cosas distintas ¿quién tenía la razón? Groot pensaba que esto era un indicativo de que había de que abandonar el sistema de antiguos estudios ante el hecho de que llevaban a una discusión inútil en la que nadie se ponía de acuerdo. Era partidario, más bien, de una educación bien sencilla: la mera lectura de las sagradas escrituras. Dado que ahí estaba todo lo verdadero, era preciso centrarse en su aprendizaje y abandonar las discusiones escolásticas. Era la llamada a una teología sin filosofía. Erasmo de Rotterdam escucha con atención sus enseñanzas y desde luego hereda de él una natural desconfianza a los estudios racionales.


Edición de 1728 de "El elogio de la locura"


   La obra de Erasmo -que parece monopolizar todo su trabajo ya que es el único libro por el que la mayor parte le conocemos a pesar de su extensa obra escrita- comienza con la personificación de la Locura. Esta se presenta ante una audiencia y comienza a aducir razones por las cuales, entre todas las deidades del panteón heleno, ella ocupa no solo una posición de relevancia, sino de predominio sobre cualquier otro dios. Esto sucede en virtud de sus dones. Y es que que aquí la Locura comienza a ofrecer toda una retahíla de argumentos que demuestran que la estupidez y la locura son la base de cualquier relación humana (la de hombre y mujeres, la de los principes y súbditos, etc) y también de la felicidad. De hecho la sensatez y el conocimiento es un mal: "¿No fue más bien Thoth, ese genio enemigo del género humano el que las inventó (las ciencias), para la ruina del hombre? (...) En suma , que las ciencias se colaron de rondón en el mundo junto a las demás calamidades de la vida humana" (p.75). El hombre de la edad de oro se haya libre de todo conocimiento, es un hombre puro. Ofrece constantemente el contraste entre el necio y el sabio y cómo aquel aventaja a este en salud y felicidad. Para colmo el filósofo no sabe nada: "(...) se pronuncian sobre las causas del rayo, del viento, de los eclipses y demás fenómenos inexplicables, como si tuviesen acceso a los secretos de la naturaleza (...). La naturaleza, en tanto, se ríe a carcajadas de ellos y sus conjeturas." 

     A lo largo de las poco más de 100 páginas desarrolla constantemente con la idea de que el saber no aporta nada bueno y que tan solo es lícito recurrir a las escrituras, a San Pablo, San Bernardo y otros referentes que Erasmo considera dignas de atención. Junto a ese uso de fuentes lanza la idea de que no todas las fuentes dentro de la misma iglesia son convenientes. Erasmo desea retornar al cristianismo puro y primitivo sobre el que todavía no se había erigido una estructura de poder y adoctrinamiento. Este no es un tema que se desarrolle más en el Elogio de la locura pero de todos es conocido la desconfianza de Erasmo a la Vulgata y su intento de hacer una traducción directamente del griego de las escrituras para transmitir su sentido de una forma incorrupta. Más allá de eso -que durante la intervención de la Locura no se trata directamente- sí que se arremete contra la Iglesia tal y como está estructurada en su tiempo: para Erasmo es una institución carcomida y que necesita de una reforma urgente para hacer justicia a su misión. Todos los órdenes sociales incluyendo príncipes y reyes no escapan a la mirada crítica de Erasmo, que en muchos momentos les dedica más de algún comentario -no precisamente entusiasta-. Ante su escrito se retrata una sociedad injusta y poco cuerda que no actúa de la forma pía que espera un reformador de la cristiandad como pretendía ser Erasmo. Es por esto que el libro no es solo una broma entre intelectuales como en cierto momento pretendería decir el mismo Erasmo, sino que tenía una intencionalidad más profunda: mediante el humor denunciar una serie de sin sentidos y socavar los cimientos del conocimiento natural. Respecto a esto ya nos avisa por ejemplo F. Yates al tratar sobre las relaciones de Erasmo y Johann Reuchlin en "La filosofía oculta en época isabelina": "El mensaje de Erasmo es muy semejante al de Agripa en "De vanitate". Después de analizar todas las ciencias, la Locura solo encuentra seguridad en el Evangelio. (...) Erasmo se ocupa mucho menos que Agripa de la vanidad de las ciencias ocultas, pero las incluye. Agripa, por su parte, no solo se ocupa de la vanidad de las ciencias ocultas, sino también de la vacuidad del saber escolástico. La conclusión de ambos es, pues, que lo único seguro es la sencillez del Evangelio." (p. 83)

    Mención especial requiere el prólogo de la edición de Alianza que contextualiza insuficientemente al autor. Es de reseñar que aunque no menciona nada del fideísmo -la postura que niega cualquier conocimiento natural y solo le concede crédito a las sagradas escrituras- , que es lo que nos hace comprender verdaderamente el texto, sí nos deja un maravilloso comentario sobre las delicias que oculta el escrito al lector habitual: "Es un latín renacentista que dentro de su academicismo trata de adaptarse a la realidad que expresa. A quien no lo conozca le resultará difícil comprender cuanto decimos" (p. 20). De mayor utilidad e interés nos resulta la carta que se adjunta en esta edición que Erasmo remite a Martin Dorp, un teólogo. En ella justifica la aparición del libro como una mera broma que no pretende ni mucho menos atacar a los teólogos con su escrito. La carta resulta de interés para ver las supuestas y bienintencionadas motivaciones de Erasmo. Ambas, la carta y el texto principal, harán las delicias de los lectores pues aunque no interese la temática están escritas soberbiamente.




viernes, 24 de julio de 2015

Los filósofos y las máquinas de Paolo Rossi



   Nos encontramos  en un estudio de pintura junto a caballetes, cuadros, esbozos y demás materiales propios de un pintor. De pronto uno de los pinceles que el pintor usa para retratar a su cliente se le cae de las manos con un gesto torpe. El gentil cliente se acerca para recoger el pincel que ofrece, rápidamente, al agradecido pintor. ¿Quiénes son estas dos personas que nos molestamos en mencionar? Estamos hablando ni más ni menos que de Tiziano y el emperados Carlos V. Era algo insólito que la persona más poderosa del s. XVI enalteciera con tal gesto a un mero pintor. Un par de decenios antes o incluso un par de siglos el pintor era considerado un mero artesano, no mucho mejor que el resto, y desde luego no digno de ningún reconocimiento. La base de que tal contraste se diera es lo que pretende aportar la obra de Rossi, según la cual, esto se explica por una revolución a la hora de entender las "artes". Como es sabido, la educación durante el medievo se basaba en el trivium y el cuadrivium que conforman las artes liberales. el inicio de estas se halla en la antigüedad. Más concretamente comenzaron a surgir en el contexto de hombre libres griegos que podían dedicarse a los estudios. Los hombres que no eran libres, los esclavos, eran quienes se encargaban de las tareas manuales. Como consecuencia, todo trabajo o investigación que implicara el trabajo del cuerpo era denostado como algo indigno. El asunto quedó completamente zanjado con la filosofía racionalista de Platón y Aristóteles que consagraban la vida contemplativa en la que para la investigación bastaba el uso del intelecto.

   El resultado de aquella concepción era que pintores, artesanos, arquitectos y técnicos de todo tipo fueran tratados de forma indigna y, lo que es peor, que sus observaciones empíricas no se tuvieran en cuenta en las investigaciones. Los matemáticos, gramáticos y demás integrantes de los estudios liberales podían mirarlos con el gesto propio de quienes se sienten en una posición de superioridad. Andrea Vesalio en "De corporis humani fabrica" (1534) nos da cuenta de este desprecio por todo lo manual. Según sus descripciones, en las sesiones de estudios anatómicos eran dos los participante. Por un lado estaba el médico o estudioso de las enfermedades y por otro aquel que hacía propiamente la disección pues el médico no podía hacer un trabajo manual, cosa muy deshonrosa. Vesalio veía en esta situación algo supremamente disparatado y no dudaba en señalar este como una de los hechos de que se tuviera un peor conocimiento del funcionamiento del cuerpo humano, pues conlleva que el médico no tenga un conocimiento cabal de cuestiones anatómicas. Decir que de una actividad manual se podía obtener mayor conocimiento de una determinada materia era ya algo revolucionario y como constata P. Rossy esta sería la dirección que seguirían un número significativo de personalidades que van desde finales del medievo al renacimiento. Una de esas personas, que afirmaba con rotundidad el beneficio de las actividades manuales y prácticas para el conocimiento, sería Bernard Palissy. Su actitud no era aislada. El mismo Leon Battista Alberti no dudaba en relacionar la pintura con la ciencia, pues aquella requiere del cálculo de la perspectiva y otros estudios. Piero della Francesca apuntaría en la misma dirección al decir que es necesario para la pintura tener conocimientos de geometría y de las ciencias. Leonardo, por último, tomaría posición al decir: "Si la llamáis mecánica (a la pintura) porque es ante todo manual, las manos representan lo que encuentran en la fantasía; vosotros, escritores, también dibujáis con la pluma aquello que en vuestro entendimiento encontráis". No obstante su interés, y el de la mayoría de los artistas, no era disolver la diferenciación entre las artes, sino incluir sus prácticas entre las liberales.

"Margarita Philosophica Nova"

     La verdadera rebelión intelectual hacia la forma de entender la ciencia como una división entre artes liberales y artes manuales no la encabezarían los artistas, que estaban más interesados en incluirse entre los liberales, sino por los primeros iconos que reivindicaban un experimentalismo en las investigaciones, como Vesalio o Palissy. Aunque esto no desestima a los artista que inauguraron una actitud seguida también por los otros, en la que no bastaba una mera descripción de los fenómenos sino que se buscaba un elemento teórico lo suficientemente fuerte como para dar cuenta de los hechos descritos. Esta línea que se empieza a imponer durante el renacimiento acabará con Bacon como principal epígono. El relato histórico hasta aquí trazado nos lleva a un punto de total rechazo de la cultura libresca y filosófica: "Enojados contra la naturaleza, que ignoraban, los dialécticos se han construido otra, a saber, la de las formalidades, las ecceidades, las relaciones, las ideas platónicas y otras monstruosidades que ni  los mismos que las han inventado pueden entender. A todas estas cosas se les atribuyen un nombre lleno de dignidad y la llaman metafísica." (Rabelais, I, 24). Rabelais y Swift parodian a los antiguos doctos en sus sátiras, pero es Bacon quien en el campo filosófico crea un pensamiento de abierta ruptura con el modo de concebir el conocimiento y la ciencia desde la antigüedad hasta sus días.

    Todas estas cosas son las que abarca la obra de Rossi, que sin duda es un erudito y un gran historiador. Aun con todo, hay ciertas cosas que me han generado reservas. La primera de ellas es que en algunos momentos parece ceder a sus pasiones intelectuales y tratar algún tema que no vincula suficientemente con la problemática del ensayo. Habida cuenta de ello es la excesiva presencia, en mi opinión, de Bacon o cuando trata temas sobre si este es un utilitarista o no teniendo en cuenta el modo en que se le ha traducido. Creo que el ensayo hubiera quedado mejor si por ejemplo se hubiera centrado más en el impacto de las máquinas en los filósofos, pues a partir del capítulo 2 se centra sobre todo en cómo surge la cienciay la noción de saber acumulativo. A pesar de eso y que en algunas ocasiones parece que está haciendo un mero listado de personalidades que se oponía a las artes liberales, es un ensayo indudablemente interesante, escrito en un estilo que no sobrecoge por méritos estilísticos pero al menos claro y conciso. Resumiendo podría decir que me ha dado la impresión de que en alguna ocasión pierde la atención sobre lo que en un primer momento pretende pero dado lo interesante de todo cuanto trata eso no me parece un demérito absoluto.
  


martes, 21 de julio de 2015

"Antes del fin" de Ernesto Sabato

 Fragmentos de las págs 102-104


   "La historia no progresa. Fue el gran Giambattista Vico el que lo dijo: "Corsi e recorsi". La historia está regida por un movimineto de marchas y contramarchas, idea que retomó Schopenhauer y luego, Nietzsche. El progreso es únicamente válido para el pensamiento puro. Las matemáticas de Einstein son evidentemente superiores. El resto, prácticamente lo más importante, ocurre de la corteza cerebral para abajo. Y su centro es el corazón. Esa misteriosa víscera, casi mecánica bomba de sangre, tan nada al lado de la innumerable y laberíntica complejidad del cerebro, pero que por algo nos duele cuando estamos frente a grandes crisis. Por motivos que no alcanzamos a comprender, el corazón parece ser el que más acusa los misterios, las tristezas, las pasiones, las envidias, los resentimientos, el amor y la soledad, hasta la misma existencia de Dios o del Demonio. El hombre no progresa, porque su alma es la misma. Como dice el Eclesiastés, "no hay nada nuevo bajo el sol", y se refiere precisamente al corazón del hombre, en todas las épocas habitado por los mismos atributos, empujados a nobles heroísmos, pero también seducido por el mal. La técnica y la razón fueron los medios que los positivistas postularon como teas que iluminarían nuestro camino hacia el Progreso. !Vaya luz que nos trajeron! El fin de siglo nos sorprende a oscuras, y la evanescente claridad que aún nos queda parece indicar que estamos rodeados de sombras. Náufrago en las tinieblas, el hombre avanza hacia el próximo milenio con la incertidumbre de quien avizora un abismo.

    (...) desde la palanca hasta el logaritmo, la historia del creciente dominio del hombre sobre el universo ha sido también la historia de las sucesivas abstracciones. El capitalismo moderno y la ciencia positiva son las dos caras de una misma realidad desposeída de atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma parte el hombre, pero no ya el hombre concreto e individual sino el hombre-masa, ese extraño ser con aspecto todavía, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca máquina anónima. Este es el destino contradictorio de aquel semidiós renacentista que reivindicó su individualidad, que orgullosamente se levantó contra Dios, proclamando su voluntad de dominio y transformación de las cosas. Ignoraba que también él llegaría a transformarse en cosa."

 

miércoles, 17 de junio de 2015

Oculta filosofía: razones de la música en el hombre y la naturaleza


        "De aquí se sigue que, llevada el alma de la suavidad de la música, se divierte de otras cosas, dando lugar que se sosieguen entre tanto varias turbaciones y especies descompuestas. Por ello la usaron Pitágoras, Clinias y Aquiles, para sosegarse cuando estaba turbados y vences de este modo con suavidad sus pasiones. Aristóxeno dijo, y lo repite Plutarco, que por esto se introdujo la música en los convites, para que fuese antídoto contra los daños que el vino y destemplanza podían hacer en los cuerpos y en los ánimos." 


    Entre las rarezas que se puedan hallar en los catálogos editoriales actuales encontramos  "Oculta filosofía", del jesuita Juan Eusebio Nieremberg. Digo que es una rareza porque muy pocos lectores conoceran a priori a su autor... Mucho menos el ambiente teórico en el que fue escrito. Para aquellos familiarizados con el pensamiento del renacimiento nada más leer el título se les agudizará la vista y muy probablemente piensen que el título les recuerda algo que, quizá en ese momento, el futuro lector no tenga todavía presente. Si uno indaga o da con el recuerdo que vaga por su mente escurridiza acabará por asociar, no sin justificación, el título con el de una obra fundamental del pensamiento renacentista: hacemos alusión claramente a la obra del alquimista y mago Cornelio Agripa. La elección del título no es casual por parte de Nieremberg. Este jesuita, formado en la más pura ortodoxia del pensamiento cristiano no dejaría por ello de lado los textos que por aquel tiempo había, ni dejaría de discutir con las corrientes de pensamiento de aquel momento. 

    Como es sabido, la contrareforma no fue un fenómeno solamente encaminado a combatir el avance de los reformados en el norte de Europa, sino también a la purificación interna del corpus de pensamiento. Mientras los tercios españoles luchaban por imponer el catolicismo en batallas como la de Nördlingen, los cuadros intelectuales de la Iglesia hacían una criba de textos y depuraban las escuelas de tendencias heréticas. Así fue como se comenzó la quema de brujas y la sospecha de los textos herméticos y cabalísticos. En la Europa de la contrareforma no había espacio para un Pico de la Mirandola con sus sueños de la reunficicación de las religiones a través de la cábala. Nieremberg, que formaba parte de esos cuadros intelectuales de la Iglesia -era profesor en el Colegio Imperial de Madrid impartiendo historia natural, humanidades y exégesis bíblica- dialoga en esta obra con ciertas ideas que serían proscritas u olvidadas en los tiempos que se acercaban. La magia, que se presentaba como un modelo capaz no solo de aprehender las cosas sino también de domeñarlas fue deshechada como idea maligna. Las prácticas mágicas llevadas a cabo por mujeres fueron condenadas en el "Maleus Maleficarum", uno de los textos más leídos de todo el renacimiento. Pronto la magia no fue perseguida solo atendiendo al sexo de quien intentaba practicarlo y ya no habría ningún príncipe o rey, como Rodolfo II de Austria, que acogiera en su corte a quienes la practicaran. Juan Eusebio de Nieremberg desconfiaría de la magia y la cábala, aunque en cuestiones musicales coincide con ellos en ciertas tendencias que afirman los poderes causales de los sonidos. Si en la cábala se concede a la palabra el poder causal de crear y afectar objetos, ciertas corrientes, siempre vinculadas con la teoría de la harmonía de las esferas, le otorgan la misma dignidad a los sonidos musicales.

    El poder de la música es tal para Nieremberg que afecta que afecta por igual a la realidad, a los hombres, animales y plantas, si bien de forma distinta. A estas última lo expresa claramente el jesuita Nieremberg: "Ni tengo por imposible que la música ejercite en algunas plantas algo de su fuerza" (p.52).En cuanto a los hombres la música afecta calmando sus pasiones y sirviendo como lenitivo a las enfermerdades... La idea de relacionar la música con la terapia no era nueva: ya los pitagóricos creían en un uso bueno para ayudar a la psique. La idea además tuvo mucho éxito porque recordemos que Athanasius Kircher, mucho después, concibió un instrumento con gatos:

«Para levantar el ánimo de un príncipe italiano agobiado por las preocupaciones de su puesto, un músico creó para él un piano de gatos. El músico seleccionó a varios gatos cuyas voces naturales tenían diferentes tonos y los colocó en jaulas adyacentes, de manera que cuando se presionaba una tecla del piano un mecanismo elevaba una punta afilada hacia la cola del gato correspondiente. El resultado era una melodía de maullidos que se iba haciendo más fuerte a medida que los gatos se iban desesperando más. ¿Quién no iba a reírse con esa música? Así fue como terminaron con la melancolía del príncipe». ("Musurgia Universalis")



Sin embargo estas utilidades no son nada con lo que la música puede según Nieremberg. Según él, la música jugó un papel importante en la creación, ya que no duda en otorgar a Dios la dignidad de "un sapientísimo aritmético, geómetra y músico". La aritmética, la geometría y la música eran las herramientas del arquitecto divino y esta creencia estaba firmemente asentada en intelectuales como Robert Fludd o Cornelio Agripa. La visión de dios como geómetra y músico es una idea muy extendida. Blake, por ejemplo, representó a Dios con una escuadra creando el mundo.

William Blake

     El libro de Nieremberg, como dijimos, es un libro atípico, y dada su brevedad es difícil que se puedan llenar muchas páginas con su contenido. Su estilo barroco y el constante uso de nombres que al lector le serán desconocidos lo hace ligeramente incómodo además... Al menos es un libro que invita a conocer un poco mejor una época en el que la ciencia tal y como la conocemos no existía. Más importante que eso es el hecho de que el texto es un ejemplo de cómo el pensamiento español no estaba incomunicado y abstraído en sus problemáticas propias, sino que dialoga con la cultura filosófica que por aquel momento se hallaba en Europa.



martes, 9 de junio de 2015

Ferrer Dalmau

La batalla de San Marcial
El Aguila Derrotada. Bailen 1808
Regimiento Asturias. Sangre española.
Caza al amanecer

domingo, 7 de junio de 2015

Austin Osmar Spare

 





La filosofía en el tocador

   Nada le es ajeno a  la literatura; tampoco la sexualidad. Ya sean las crónicas de un determinado tiempo, los intrincados y confusos sentimientos de algún personaje o un sistema de pensamiento, la literatura acoge generosamente todo aquello que pueda ser dicho sobre algo. La literatura podría decir acerca de sí  lo que los renacentistas que se preciaban decían de ellos mismos: "Nada humano me es ajeno". Siguiendo esa máxima la sexualidad y el amor no podían quedar fuera. De hecho estas se hallan entreveradas en los poemas que otorgan identidad a las civilizaciones: Ilión no habría sido quemada por los aqueos sin la infidelidad de Helena... ni tampoco habría razones para el odio entre Roma y Cartago sin Dido y Eneas. El "Ars amatoria" de Ovidio ya trataba de algún modo hablar sobre la seducción; el Jin Ping Mei también sería un ejemplo en el que la sexualidad y el amor no quedan apartados de la vida como algo de lo que guardar silencio. En ocasiones este tipo de literatura tendría que enfrentarse a la persecución por su supuesta "inmoralidad". La modernidad europea que vió surgir una subjetividad consciente de sí misma produjo una cantidad de textos eróticos y pornográficos como no se había visto con anterioridad. De la mano del liberalismo y el materialismo la mordaza de la moralidad iría dejando espacio a una sana indiferencia -aunque no sin condena por la sociedad y los sectores de poder- a toda esta eclosión de literatura.  Ya Boyer d'Argens defendía en "Teresa, filósofa" las pasiones como parte de lo divino: “¡Imbéciles mortales! Os creéis dueños de apagar las pasiones que la naturaleza ha puesto en vosotros: son obra de Dios."

   Sade se desmarcaría de una forma deliverada de una forma aguada de crítica contra los conservadores morales y emprendería con sus obras una auténtica base desde la que destruir los principio de la moralidad. Es por esto que sus escritos no se limitan a una enumeración de escenas sexuales sino que, a modo de fábula, llevan insertas en sí una enseñanaza. En otros escritos, como el que hoy nos ocupa, hay un contenido teórico evidente. De hecho la "Filosofía en el tocador" toma como género uno de los más célebres en la tradición filofófica: el diálogo. De manera similar a un diálogo platónico aquí los personajes intentan ofrecer argumentos determinantes que convenzan al oponente. La salvedad -si no es suficiente ofensa haber comparado con los diálogos de Platón- es que en este caso no hay oponentes: Eugenia, la protagonista, no es más que un elemento necesario, que posibilita que Sade nos lance toda una batería de argumentos defendiendo la inmoralidad y el ateísmo, pero que en ningún momento sostiene un punto de vista (mucho menos es capaz de ofrecer un contraargumento). Es una figura que ante los experimentados inmorales que pretenden darle lecciones solo sabe asentir como una dilecta alumna. Durante la estancia de Eugenia con sus sabios inmorales irá recibiendo los preceptos de la inmoralidad, o como Sade dice en algún momento, "las divinas leyes del placer".

   Entre enseñanza y enseñanza para la protagonista, Sade aprovecha para ofrecer un discurso corrosivo contra la sociedad que no permite la inmoralidad; su atenta mirada se fija en la base de todo el derecho desde los romanos: el derecho a la propiedad: "¿con qué derecho quien nada tiene se encadenará a un pacto que sólo protege a quien lo tiene todo? (...) un juramento debe tener el mismo efecto sobre todos los individuos que lo pronuncian; es imposible que pueda encadenar a quien no tiene ningún interés en su mantenimiento, porque entonces no sería ya el pacto de un pueblo libre; sería el arma del fuerte sobre el débil" (págs. 209-210). Revolucionario al proclamar el robo como manera de equilibrar las diferencias entre pobres y ricos, no lo fue menos al defender la abolición de la pena muerte. Matar no lo prohíbe -nada está fuera de lo que un hombre pueda hacer, pues nada es inmoral-, mas que lo haga el estado es asunto de distinta índole. Los apuntes que va haciendo a este respecto no son sino el marco previo (aunque no presentado en orden en el libro), el preludio, a una crítica a la cultura teista-moralista occidental. Antes de todo esto, por ejemplo, nos presenta a los personajes que mediante discursos convencerán a Eugenia que el único precepto moral al que hay que atarse es el de no atarse a norma o prohibición moral. En otras palabras: la moral de Sade es inmoral y solo se constituye de forma negativa.

Franz Von Bayros
   La manera más adecuada para deslegitimar la moral auténtica y verdadera pasa por una constante comparación con las normas y costumbres de otros pueblos. Según el avispado marqués los absolutos de Bueno-Dios deben ceder a otros que él postula: el placer y la naturaleza. Lo que la naturaleza no prohíbe es imposible que sea inmoral. Así es justamente como justifica el sexo anal: "Jamás la naturaleza, si analizas detenidamente sus leyes, ha indicado otros altares para nuestros homenajes que el orificio de atrás; permite lo demás, pero ha dispuesto que sea en el trasero. Si no hubiese sido su intención que penetrásemos culos, ¿habría hecho tan proporcionado su orificio a nuestros miembros?"

   Sin embargo, aunque critique toda moral, parece conceder que en cuestiones de moralidad hay pueblos más perspicaces que otros: "(...) varios volúmenes no bastarían para demostrar que nunca se consideró la lujuria un crimen en ninguno de los pueblos sabios de la tierra" (pág. 225). La constante referencia sobre los usos y las costumbres de otros pueblos no era algo exclusivo de Sade. Montaigne ya recurría a la comparación con las costumbres de otros pueblos para dejar en claro que nada está claro ("Hemos nacido para buscar la verdad; poseerla corresponde a una potencia mayor" III,8). Y si bien este remarcaba que el hombre es un animal entre otros animales, disminuyendo las diferencias que entre ambos había trazado el relato cristiano, Sade parece irle a la par: "¿Qué es el hombre y qué diferencia hay entre él y las demás plantas, entre él y los demás animales de la naturaleza? Ninguna probablemente". El hombre es, simplemente, una contingencia.

    Parece que estoy orientándome hacia un análisis de los contenidos teóricos del libro, más que del libro mismo. Esto no es por cuestión de gusto: tiene más bien que ver con la forma en la que Sade relata este libro. En ningún momento sus personajes cobran hechura y personalidad por sí mismos. Todo es acartonado, simple y grosero. Todos los elementos de la novela son una excusa para lanzarnos un panfleto ideológico. La inmoralidad no es un crimen, pero presentarla sin gracia ni estilo sí lo es. Eugenia nunca será un personaje realista porque es como una hoja en blanco y el resto de personajes que le dan lecciones sexuales son tanto más simples y están encasillados en sus roles. Incluso las escenas sexuales que describe el libro motivan más una sonrisa burlona que un sentimiento excitante. Y eso en el mejor de los casos, pues muchas caen en el ridículo directamente. Quien lea el libro de Sade deberá hacerlo más por curiosisdad histórica que para deleitarse con el libro. Y quienes quieran algo más llamativo dentro de la literatura erótica encontrarán algo mejor en Apollinaire (y decir esto es muy grave...) o Anais Nin. Si bien como novela es un desastre, al menos tiene reflexiones interesantes  junto a algún eventual punto de brillantez.