domingo, 3 de agosto de 2014

"El sueño prerrafaelista" de William Gaunt

   "Ésta es la verdadera historia de los paladines del arte, nacidos fuera de su época, que recorrieron la larga pero prosaica monarquía de la reina Victoria, como tantos otros Don Quijotes, llenas sus cabezas de caballería medieval, de extrañas alabanzas y elevados empeños. No se lanzaron contra molinos de viento sino contra las fábricas; lucharon contra dragones de la época industrial que no eran los reptiles de la fábula sino los ferrocarriles, los dragones de acero que resoplaban y lanzaban vapor. Buscaron hermosas doncellas y las rescataron de la servidumbre del lugar común, poniendo a sus pies afectos imposibles y colocándolas en pináculos místicos de idealismo como alguna vez lo hicieran sir Bedimer o sir Lanzarote, convirtiendo a una joven del sudeste de Londres en la Beatriz amada por el poeta Dante, y a la hija de un encargado de establos de Oxford en la triste y lejana Ginebra del romance de Arturo."


   De las abigarradas y sucias calles de Londres había empezado a mostrarse algo todavía más grotesco de lo que ya había antes: las industrias llenaban las calles con los sonidos de los obreros trabajando sin descanso. El artesano desaparece con sus cuidados y bellos objetos; y el rudo campesino, que ha tenido que emigrar a la ciudad, se amolda al ritmo de la máquina. Si la jornada la dictaban las campanas en el medievo, las máquinas lo hacen en las nuevas, sucias y pobres calles del Londres del s. XIX. Inglaterra se prepara para ser la primera potencia industrial y se despoja de los antiguos atavíos del mercantilismo para abrazar con entusiasmo los del libre comercio. Entre las transformaciones que ocasionó la "modernización" del país encontramos el impacto en la población: si ya los campesinos vivían en condiciones lamentables, los nuevos proletarios se tendrían que resignar a una existencia apenas decente, en la que todo su esfuerzo estaba dedicado a un trabajo que tan solo les proporcionaría una vivienda fría y escasa comida para sobrevivir. Esta nueva clase que trabajaba sin descanso, descubría atónita los descubrimientos que el genio humano había conseguido crear con las máquinas. Éstas despertaban admiración, pero también terror. Admiración por lo que de novedoso tenía para un campesino recién llegado a la urbe ver lo más innovador; terror, porque el ritmo y la eficacia de las máquinas amenazaban, o parecía que podían amenazar, los puestos de trabajo de los obreros. Estos pensaron que tal vez las máquinas pudieran substituir sus esfuerzos. ¿De qué vivirían entonces? El resultado fue un malestar generalizado por las condiciones insalubres y los temores de la nueva civilización... pero estos temores no atacaron solo a los obreros explotados; algunos intelectuales veían con ojos recelosos los nuevos avances. Fruto de esa desconfianza surge el movimiento artístico de los prerrafaelistas.

"La cabeza siniestra" de Edward Burne Jones
   Para estos artistas la nueva civilización que emerge en las callejuelas sucias de Londres, Liverpool, Manchester o Birminghan evidencian una edad en la que el materialismo predomina sobre el espíritu creador del hombre. Su refugio será la imaginación y el recuerdo de etapas pasadas. La edad media sería la época idealizada. Los hombres que viven tranquilamente, dedicados a sus labores artesanales sin las molestias de las grandes ciudades industriales, son mirados con nostalgia... y los grandes poemas del medievo son leídos  con pasión. Su mitología será la propia del medievo y sus lecturas estarán conformadas por los grandes textos de aquella época: "La muerte de Arturo", "La canción de Roland"... Mundo de caballeros andantes y no de empresarios con levitas es lo que añoraban. No obstante, no todos los prerrafaelistas eran unos espiritualistas que miraban con afecto etapas pasadas... También los había ateos, materialistas e incrédulos críticos con el "progreso". Los prerrafaelistas eran un heterogéneo grupo de genios creadores que se dedicaban a la pintura, la escultura, la poesía y las artesanías.

"Beata Beatriz" de Gabriel Rosseti
   De tan variada suma de artistas no podían surgir sino disparidades, tanto temáticas, como estilísticas, como de otra índole. Por ejemplo la "inspiración" es algo que alienta al artista para muchos prerrafaelistas; sin embargo, William Morris, gran artesano defensor de la obra artesanal como obra de arte dijo de la "inspiración": "Esas habladurías acerca de la inspiración son una tontería.  ¿Te digo una cosa francamente?: tal cosa no existe. Es un asunto de puro oficio artesanal". También notorias eran las diferentes posturas que podían llegar a tener respecto a la obra de arte. Holman Hunt, que concebía la obra de arte como la expresión de valores eternos no aceptaba que esta pudiera reflejar el gusto de un tiempo particular. El objeto de la obra de arte era la belleza imperecedera, no los gustos perecederos de una generación. Millais, en cambio, le instaba a cambiar de postura pues el pintor solo debe hacer aquello que su tiempo le exija. El artista no debe pedirle a lo perecedero (el gusto de la sociedad y las obras de arte) que se subsuma a lo eterno (la belleza). El artista debe adoptar una postura sumisa y satisfacer los gustos de la época y por eso Millais le responde a Hunt: 

    "Tú afirmas que si pinto para satisfacer la moda fugaz de la época, entonces mi reputación dentro de algunas centurias no será lo que mi talento es capaz de ofrecer si realizara un trabajo más ambicioso. No estoy de acuerdo. Un pintor debe trabajar para el gusto de su propia época".

    Pero si hubo uno de los miembros que más se diferenciaba de la hermandad prerrafaelista ese era William Morris. No solo tenía un talante distinto al resto, sino que también se alejaba de la actividad "mística" de Holman Hunt o cualquier otro que intentara plasmar valores trascendentes en las obras. De hecho, él no distinguía entre obra de arte y la obra artesanal, y gracias a esa falta de distinción Morris se dedicó a las artesanías. Habiendo fundado una lucrativa empresa que se centraba en la creación de productos artesanales, Morris crearía durante décadas, de forma incansable tapices y todo tipo de objetos de singular belleza.

Tapiz de William Morris
   Entre todo este grupo de individuos distintos y geniales, William Gaunt, el autor de este ameno libro, nos va trazando un relato que los pone en relación y nos descubre, con peculiar acierto y buen estilo, la vida y las obras de unos insatisfechos con el tiempo que les tocó vivir. Las complicadas relaciones que tuvieron unos con otros, sus obsesiones más íntimas y sus ideas sobre el arte se nos van exponiendo durante el libro gracias a un conocimiento profundo de la materia. Para terminar creo que no hay nada mejor que las palabras del autor de este magnífico libro:

   "Los prerrafaelistas no tenían un solo un entusiasmo. Apenas si se pueden considerar únicamente pintores o escritores. Tuvieron muchos entsiasmos diferentes, en los que, sin embargo, aparece un factor constante: el desafío al materialismo.

   Ellos son los únicos rebeldes que han aparecido hasta ahora para combatir el sistema industrial y la "vida mecanizada" como la conocemos, excepto, tal vez los surrealistas, quienes, hasta cierto punto, han imitado conscientemente a los prerrafaelistas en cuanto a llevar una vida consagrada a la imaginación".