viernes, 11 de abril de 2014

"Las cosas" de Georges Perec

    Leer novelas es algo que casi no hago (no por voluntad, claro). Hasta tal punto que no es que haya olvidado qué es leer una novela, sino qué es una novela. Estoy exagerando, evidentemente. Pero cuando en ocasiones cae sobre tu mesita de lectura un libro corto que te resulta delicioso, la experiencia es más plena. Es como cuando un hombre sediento, después de atravesar un desierto,  encuentra una copa que contiene agua. Algo similar me ocurrió con este que descubrí gracias a un amigo, al que le agradezco mucho la recomendación.

    La novela creo que es un poco difícil de reseñar. Difícil porque es una novela atípica, distinta a las pocas que haya leído anteriormente. Pero también es difícil porque apenas se puede empatizar con alguien. De hecho esta no es una novela para empatizar. Es una descripción, un cuadro muy preciso de una pareja de personas que pueden ser ejemplares. Cuando digo ejemplar no quiero decir que sean una pareja perfecta, sino más bien que es una pareja prototípica, equiparable a cualquier otra de nuestro tiempo. Por eso también digo que es un cuadro preciso. ¿Cuadro de qué? Es algo que veremos más adelante.



    El título de esta novela no es inocente (como cabría esperar de cualquier novela que se considere así). "Las cosas" que nos rodean son la presencia más corriente en nuestra vida, más incluso que las personas. Basta ver la casa de cada uno para ver la cantidad de cosas que nos envuelve innecesariamente (pero que nos parecen necesarias). En ocasiones esa presencia se vuelve ominosa cuando ya no es solo que nos rodean, sino que además deseamos fervientemente que lo hagan aquellas que no tenemos. La pareja de esta novela son prototípicos por eso: por el constante anhelo de tener lo que no tienen. Nuevas sudareras de gran calidad, zapatos ingleses, camisas de seda... En una palabra: la seducción de los objetos triunfa en su cortejo y sueñan con ser rodeados por todo eso que llamamos de buen gusto. En su búsqueda de equipararse a la alta clase parisina encontramos su esfuerzo, su trabajo, su actitud decidida por mejorar su estilo de vida, pero también la insatisfacción y la frustración de nunca alcanzar su objetivo. El trabajo parece un infierno y una oportunidad perdida de vivir y disfrutar, de ver cosas nuevas, de comprar otras, de viajar interminablemente. Las promesas y la constante seducción de las sociedades mercantiles los acosan y les turban. Los deseos se encuentran conflictivamente con la realidad y la desazón es el resultado.

    "Otras veces no podían más. Querían pelear y vencer. Querían luchar, conquistar su felicidad. Pero ¿cómo luchar?¿contra quién?¿contra qué? Vivían en un mundo extraño y tornasolado, el universo espejeante de la civilización mercantil, las prisiones de la abundancia, las trampas fascinantes de la dicha." (p. 91)
    
   La novela nos va describiendo con mirada fría, externa, propio de un observador imparcial la vida de nuestra pareja. La forma que nos presenta los personajes es una forma aséptica, alejada del presente, que va dando tumbos entre sus ambiciones, sus deseos, sus proyectos, sus recuerdos. Es por eso que en la novela no encontramos una situación concreta, un lugar en el que los personajes tengan una conversación de tú a tú. Todo lo que ocurre en la novela nos resulta ajeno y lejano y se acaba convirtiendo en un extenso "deseaban", "soñaban" y "querían" que se prolonga durante algo más de 130 páginas. De no ser por el buen hacer literario de Perec y la corta extensión de la novela, podría haber sido algo que pusiera a prueba la paciencia de más de algún lector (incluida la mía). Pero lejos de serlo, en "Las cosas" se convierte en signo de identidad, en algo propio de la novela y sin lo cual sería completamente distinta. Acaso sea esto lo que la hace especial y distinta de las novelas que haya leído hasta el momento. 
   
 Más allá de lo que me haya gustado la novela, esta es un recordatorio y una ejemplificación perfecta del estilo de vida occidental. El deseo por tener es mayor que el disfrute por lo que ya se tiene. La vida se entiende en vistas de lo que se va a adquirir y no de lo ya adquirido. La vida se transforma en anécdota, en una línea en la que los distintos puntos son los deseos no alcanzados (e inalcanzables). La droga es el deseo y la abstinencia de esa droga se torna en angustia y vacío. Con estilo frío y distante nos deja bien presente todo esto, sin una solución. Un happy end no tiene lugar en esta novela (aleluya), pero es que tampoco tiene cabida un final trágico... aunque en cierta medida lo que se nos cuente no sea algo para dar saltos de alegría. Por todo esto dije arriba que la novela de Perec me parecía un cuadro preciso en el que se retrata una época del siglo pasado, pero que todavía ilustra y describe muy bien nuestra sociedad moderna. Es por eso que es un libro que recomendaría (quizá timidamente) a cualquiera.





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