viernes, 18 de enero de 2013

SPQR el senador de Roma

   "Al mismo tiempo me veré en la necesidad de hablar sobre la parte que me tocó desempeñar en la conspiración de Pisón y en su desenmascaramiento. Esto tal vez sea aún más doloroso para mi." 



 SPQR el senador de Roma nos presenta las memorias de un caballero romano en tiempos del imperio. Como memorias pretende darnos un relato de la vida de su autor dando cuenta de sus actos. Y no es que precisamente no le haga falta justificarse: nos encontramos ante un descarado oportunista, que puede colaborar en asesinatos y en conspiraciones con tal de quedar en una situación acomodada. Por supuesto el retrato que nos ofrece de él es indulgente. Cuesta creer que una persona tan moderada pueda llegar  a hacer acciones tan indignas. Sin embargo parece que tampoco se le pudiese reprochar nada: en tiempos del imperio la suerte podía cambiar muy rápidamente para cualquiera, sobre todo en tiempos de Nerón. Todos conocieron a Nerón como un déspota caprichoso, pero Maniliano preferirá conocerlo como amigo. Pero no mantendrá esta cercanía con afán de poder e influencia: lo hará simplemente para asegurar su futuro de la mejor manera posible y para ello estará dispuesto a aceptar algún que otro sacrificio. Afortunadamente para él, no tendrá que hacer muchos (a pesar de que en alguna ocasión su cabeza peligre). Esto se refleja sobre todo en su retrato del emperador loco. Normalmente nos llegan relatos aterradores sobre él, pero con Maniliano casi parece que su reinado fuera algo soportable. El asesinato de la madre del emperador se nos presenta como una necesidad de estado, el de su mujer como el accidente de un borracho, y sus caprichos como algo que se pudiera aguantar. Esta es una muestra de la parcialidad del protagonista, Maniliano, y en este sentido el libro es innovador al no darnos la misma visión que se suele dar de este periodo. Desde luego sirve para construir un personaje muy interesante que puede ser muy bueno pero al mismo tiempo actuar con doblez e interés. Este Maniliano no es más, como él dice en sus memorias, que un ser humano atado a debilidades y contradicciones. Y con el fin de "purgar" de algún modo esas contradicciones escribe unas memorias que sirvan para justificarse. Y aunque estas memorias sean extensas (a veces parece que demasiado) nos sirve para entrar en contacto con un tiempo pasado y con los protagonistas del momento.

     Hay una larga hilera de personajes y de ideas que se nos van presentando y que van desde escritores a personajes de primera fila: Agripina, Palas, Vespasiano, Otón, Lucano, Flavio Josefo, Séneca... Todos tienen su hueco en la novela y van entrando en contacto con Maniliano, entretejiendo sus avatares. Y eso nos proporciona la ventaja de conocer de primera mano qué era lo que ocurría en el poder y cómo eran sus candidatos. Podemos observar cómo un hombre como Séneca, escritor estoico que se llenaba la boca con  palabras como virtud, coraje y bondad, era un usurero que prestaba dinero a altos intereses, se aferraba al poder y, además, era cómplice silencioso del asesinato de quien le había ayudado a alcanzar su posición, Agripina. Esta mujer, esposa del emperador Claudio, tampoco es que quede muy bien parada: después de envenenar a su marido hará acceder al trono a su hijo para intentar tomar el control. Y como estos dos personajes podemos encontrar tantos otros de moralidad dudosa que aparecen en las memorias de Maniliano. Aunque, claro está, no todos son de la misma calaña: el relato da lugar y protagonismo a los primeros cristianos, como a Pablo de Tarso, y nos va mostrando las enseñanzas de estos y sus conflictos con los judíos. Aquí he encontrado otro punto positivo para esta novela: son numerosas las partes en las que  vemos rasgos característicos de la época, del pensamiento, de la concepción del mundo y de la vida que se tenía. Por ejemplo, de forma indirecta vemos que la filosofía había hecho un viraje de 180º: antes se dedicaba a esclarecer el mundo y su orden, pero más tarde dejó hacerse esas preguntas y se preocupó más por intentar responder a otro tipo de preguntas: ¿cómo ser feliz en un mundo dominado por tiranos?¿Cuál era el modo correcto de actuar? Epicúreos, estoicos y hedonistas dan respuestas distintas a las mismas preguntas. Hay que mencionar el auge que en la época estaban teniendo movimientos como el mitraísmo y el cristianismo. El mismo Maniliano va a tener un contacto muy directo con todas estas corrientes e incluso se adhirá a alguna de ellas. No me resisto a citar una parte que creo que arroja luz sobre cómo entendían el mundo los antiguos:

"(...) Ningún pueblo que no sea el romano se encuentra tan cerca de los dioses en su vida cotidiana. Los dioses hablan constantemente por medio de signos y presagios, con tal de que se aprenda a entender su lenguaje secreto. Pero después de haber escuchado a estos he comenzado a pensar si el espíritu de estos no estará  aún más cerca del ser humano. Una vez entregado a su dominio, ya no es necesario dudar ni hacer conjeturas sobre nada."


   Se me olvidó comentar que esta es la segunda parte. La primera creo que se llamaba "Marco, el romano". Tengo que confesar que la primera no la he leído (entre otras cosas porque no la tengo), pero esta segunda parte se puede leer de forma independiente. Al menos yo no he notado que fuera necesario leer la primera parte. Esto se debe a que la primera novela se centra en el padre de Maniliano; esta se centra en su hijo. Los dos libros son "memorias" y Maniliano ejerce aquí su función de forma eficaz: nos cuenta toda su vida. Desde su confortable vida en la gran urbe de Antioquía, pasando por las praderas britanas de los icenos, las reuniones de los cristianos, sus distintas relaciones con mujeres, sus amistades, sus negocios, sus gestiones en los asuntos públicos, las relaciones tensas con los personajes de la época, el ingreso en el senado, sus tentaciones y ambiciones (pocas en un hedonista como él) nos van siendo relatadas a lo largo de cientos de páginas. Quizá la extensión sea desproporcionada en algunos momentos pero en general se puede decir que Waltari no ha escrito por escribir.

   No he podido olvidar que Maniliano me ha recordado en algunos aspectos al Claudio que nos describe Robert Graves: los dos prefieren pasar por tontos a que sus cabezas desfilen en alguna plaza pública y, de igual modo, los dos adoptan un tono moderado en sus ideas. En los dos también nos encontramos con dos ingenuos en sus relaciones con mujeres, los dos escriben memorias acerca de sus vidas... Esto no quiere decir que esta novela copie en algo a otras. La impresión que yo he tenido es que tiene entidad propia, al igual que sus personajes. Estos y sobre todo Maniliano se definen a lo largo de la historia. Y, si bien no puedo decir que me haya parecido una maravilla esta novela, sí que puedo decir que me ha gustado. Sin duda sirve para pasar un rato disfrutando.


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